viernes, 29 de octubre de 2010

Conversaciones con el regente de los Cielos…! By Jorge Sors. 29/10/10.

Conversaciones con el regente de los Cielos…! By Jorge Sors. 29/10/10.


Tras escapar de aquella pesadilla que duraría algunos años, y reencontrar el sendero hacía una vida mejor, recompuse mi alma, lavé mis ojos cansados y seguí adelante. Siguió el ritmo constante y la melodía que acompañaba el transitar de las horas, que disponía acordes según se presentara el momento y las situaciones a lo largo de las actividades que seguían durante el día.
Aquel momento sigue casi intacto, guardado durante un largo tiempo, y que solo fue develado para algunos a quien consideraba que podían recibirlo como una muestra de la inmensurable fuerza que rige el universo y acompaña nuestros pasos por más largo o corto que sea nuestro transitar.


Salía de mi otrora guarida pestilente, que ahora se disponía como un valle reverdecido, donde la brisa suave transitaba libremente, el sol se desperdigaba por todas las estancias purificándolas con su luz enceguecedora, aunque aún guardaba algún resquicio de afligidos pedazos, que dispersos en los obscuros rincones de tantos armarios abarrotados de trastes inservibles conformaban un rompecabezas que dibujaba residuos de momentos de profunda pena y melancolía.  
Cerré aquel centenar de cerraduras que me mantenían absorto y alejado de cualquier intruso, como cada día de aquellos marcados por épocas, mejores en algunos aspectos pero devastadoras en los que tocan más profundamente la fibra humana, me encontraba en el pasillo de mi viejo castillo rodeado de una selva de concreto, ventanas traslúcidas tras las cuales miradas penetrantes y escrutadoras se desvivían por contemplar algún momento impuro o conocer de algún secreto a voces para ser esparcido al viento causando dolor,  los pisos de redor eran de reluciente  granito envejecido pero finamente mantenido que  engalanaba  los pasos de quien los recorría, y así llegué hasta la puerta de aquel viejo ascensor que rogaba descanso desde sus entrañas, llamé solicitando su presencia y esperé.  


Se abrieron sus puertas crujiendo como siempre aquejadas por un indescriptible dolor, y allí frente a mí se dispuso aquella figura que al momento no reparé en observar detenidamente, sino que avancé y me adentré en la cabina, dije buenos días, la puerta se cerró tras marcar el botón que me llevaría a mi destino más inmediato y en ese momento el tiempo se apagó.
Por un instante me sentí abrumado, una extraña sensación me recorrió, se llenó mi alma con un inmensa bocanada de aire reconfortante, me sentí abstraído de todo, cada signo de mi propia presencia despareció, mi mente quedó en el más puro lienzo blanco, y entonces llegaron sus primeras palabras a mí, las sentí colmadas de inmensidad y como suaves caricias que delicadamente recorrían mis tímpanos, y estás fueron “hola Jorge”, me di la vuelta convencido de que vería alguna cara familiar, algún humano intrascendente que compartía las innumerables estancias de aquel enorme castillo, pero no fue así, lo primero que vi fueron sus cabellos blancos, inmaculados, cortos y bien peinados. Su rostro gentil siguió mi recorrido, unos ojos hermosos que aun siendo indescifrables transmitían una paz que podía hacerte llorar de emoción de solo mirarlos, un rostro pulcro e inmaculado, de delicadas facciones, sin barba ni bigote, pero gastado por los años. De un traje simplemente perfecto, de un caqui pulcro y soberbio, y zapatos en juego. Tras escrutar de arriba abajo aquella presencia, inmediatamente me di cuenta de dos cosas, la primera de ellas era que jamás le había visto y la segunda que me sentía profundamente conectado a él sin saber porqué ni cómo. Prosiguió en su monólogo, pues no fui capaz de articular palabras en ningún momento, es como si hubiese quedado sellada mi boca y mi lengua pegada al paladar, solo era capaz de tragar y observar con total atención. Y así me dijo, ¿Por qué vistes siempre de negro?, no sabes que ese color te aleja de tus semejantes, te aparta de la luz que el sol desde los cielos ha dispuesto para ti, absorbes todos a tu alrededor pero no reflejas nada desde tu obscuridad, aunque te guste de vez en cuando cambia, y vístete con colores vivos y aprende a llamar la atención de tu prójimo, de buena manera, reflejándote como un hombre puro. Yo como siempre llevaba mi traje y mi camisa desabotonada hasta el pecho, pues detesto las corbatas, pero como era de esperarse pues sí, vestía de negro. Luego me dijo, aprende a compartir, a dar de lo que te falta, de eso que tanto atesoras despréndete de eso y compártelo con quien lo necesite, da una limosna siempre a quien te la pida, no le niegues algo a quien se presenta frente a ti con la mirada baja, lacayo del destino y abrumado de penas, a ese dale cobijo y hazlo sentir humano de nuevo, llénalo de vida y comparte tu mesa con él. Yo solo podía tragar absorto y no podía sino observar aquella figura hermosa que me hablaba de una manera tan placentera y como si fuese un amigo de toda la vida o más.

Me dijo también, aprende a ser feliz, deja un poco la pena y la tristeza, hay momentos para llorar, y para añorar aquello que se nos va, pero no puedes ser el eterno extraviado, viviendo en un mundo de pena y de dolor, hay que sonreír, la vida te da muchos motivos para hacerlo, solo que transcurren frente a ti sin saber que están ahí, sonríe. Siempre el hombre permanece perdido en el pasado y tratando de reacomodar un futuro que para él aun es incierto e indescifrable, carece de garantías y puede deshacerse pues es intangible por completo, no aprenden a vivir el ahora, el concreto bajo los pies que da cobijo a cada paso que con ímpetu su cuerpo ordena desde cada célula que se le ha otorgado para aprender y servir, está el viento, la lluvia, las mañanas soleadas, los atardeceres, los pájaros y su trinar, los árboles que nos llenan de vida, el agua, y tantas cosas más que son tan simples y están allí dispuestas y no puede verlas con claridad.


Y así los minutos se hicieron imperceptibles, el paso del tiempo no se materializaba, sus palabras continuaron y prosiguió; aprende a valorar la vida y el tiempo que te resta vívelo a plenitud, sincera y modestamente, comparte con tu familia y con los seres que amas, se un amigo verdadero, no sabrás cuando se apague la luz que te mantiene en pié, pero aprecia cada instante, cada época de la vida tiene su esencia y hay que desenmarañar sus secretos. Si en algún momento algo que se escapa de ti te aqueja, llora y llora profundamente, deja salir esa carga que te agobia y vuelve ligero a la lucha. Y reza, la oración fortalece el espíritu y te llena, aunque sea de vez en cuando, o cuando sepas que es el momento justo, reza.
Me miró fijamente como transmitiéndome su gran energía, yo me dejé llevar y me desligué de todo pensamiento que no fuera el presente, mis oídos prestos a sus palabras siempre le siguieron atento.


El ascensor descendió quien sabe por cuanto tiempo, no hizo paradas, las cuales dentro de la rutina diaria eran habituales, pero llegó el momento que toco fondo, llegó  al destino señalado por mí, las puertas se abrieron y llegamos al lugar más reluciente y adornado del lugar, la entrada principal a mi castillo de bloques, cabillas, cemento, metal y arena.
No había nadie más en todo el lugar, un silencio que parecía imposible nos rodeo y fue cómplice de aquel momento, descendimos de la cabina y dirigimos nuestros pasos por aquel enorme pasillo que conducía hasta la entrada, ni siquiera los guardias que usualmente debían custodiar sus puertas estaban presentes. Caminamos callada y sigilosamente y llegamos hasta la puerta, yo abrí y en la calle nadie transitaba, solo éramos el y yo. Se dio vuelta hacia mí y sus palabras finales fueron:  recuerda lo que te he dicho, no olvides esta gran lección pues te servirá el resto de tu vida; estrechó mi mano en un momento eterno y me sentí renovado, respiré profundo y lo vi alejarse hasta que se perdió de mi vista.


En ese instante me volvió de un soplo la vida, me encontraba de pié junto a la puerta, viendo transitar aquel mar de gente, sumidos en vivir cada uno a su manera sus propias vidas, y me golpeó la realidad.
Me sentía aún incrédulo por la experiencia vivida, me di media vuelta y allí estaban los guardias en su acostumbrado lugar al resguardo de quien moraba en aquel enorme, lujoso y envejecido lugar.
Contemple fijamente el piso gris de mármol tratando de consolidar las ideas y de salir del trance al cual había caído sin darme cuenta, las lágrimas brotaron de mis ojos y las palabras volvieron a mi boca, levanté nuevamente la mirada, comencé de nuevo mi andar, saludé a los presentes y me dispuse a seguir con los embates del día, pero aun con aquello fresco en mi mente.


Así han pasado unos años desde aquella experiencia que aún hoy no sé explicar, la dejo como testimonio real y vivo de que hay una presencia  divina y sobre natural a la cual no todos somos capaces de acceder, que solo Dios en su inmenso poder puede darnos la gracia de vivir momentos así y compartirlos con otros para que crean en su presencia y en su divino goce.
Ahora converso con él, ya no quedo absorto ante su palabra ni mi lengua enmudece, y aunque no llega a mí una respuesta concreta, en palabras humanas, sé que me escucha y siempre responde, en las formas y situaciones en las que menos me lo espero, no ha vuelto a presentarse, pero que más puede pedir un hombre en la vida que haber tenido el enorme privilegio de conocerle.


Son solo palabras plasmadas en este lienzo virtual, pero están escritas con cada pedazo arrancado de aquel vivo recuerdo, remojado en perfumadas aguas que lo han convertido en tinta del mensaje para compartir,  y lo dejo para su consideración.
Que Dios todo poderoso les acompañe siempre y les llene de dicha sus corazones, que enjugue sus lágrimas y que les haga plenos.

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