jueves, 28 de octubre de 2010

Conversaciones con el regente del inframundo y del averno. By Jorge Sors. 26/10/10.

Conversaciones con el regente del inframundo y del averno.
By Jorge Sors. 26/10/10.


Un día llegaste a mí sin avisar, sin conocer de tu presencia, sin presentaciones recargadas ni preámbulos enceguecedores. No viniste sólo, te confundías entre los mortales y tu presencia se dispuso ante mí de la mano de alguien de mi confianza, era más fácil de ese modo, que hacerlo con toda la corte tras de ti, y el traje cotidiano que te representa y te hace visible ante la fugaz mirada del ojo humano.
Tus primeras palabras fueron cordiales, esos ojos penetrantes de mirada sostenida y reluciente, de un negror profundo y disidente, tendiste tu mano ante mí, la cual sujetaste con fuerza y luego de cederme la palabra por un instante comenzaste a conjugar tu verbo y tu rebuscado hablar, proyectando en mi una duda concreta que se dispuso tras hacer una aseveración directa sobre un capitulo distante en mi memoria el cual no podías conocer.


Captaste por completo mi atención, me abstraje de todo lo que me rodeaba, descuidé mis pasos y me sentí confortado por tu engañosa seguridad. Te invité a pasar y te senté en mi mesa, dispuse para ti un bocado de entrada, viendo tus pupilas clavadas sobre el habano que llevaba yo entre mis labios y desperdigando humo cual chimenea fue evidente y no hicieron falta palabras para saber que querías uno, y aunque tú puedes disponer de todo lo que desees querías que fuera yo quien te lo ofreciera. Y así continuó nuestra charla.
Durante unos breves instantes te perdiste con el humo y se dibujaron formas extrañas mientras éste se esparcía sigilosamente por el aire a nuestro alrededor, volviste a observarme de frente y comenzaste a entregarme para mi asombro un conjunto de relatos pertenecientes a mi historia pasada y contemporánea, hiciste alarde de tus dotes y armaste perfectamente la escena convenciéndome por completo de que algo sobre natural había en ti, que podías dominar tiempo y espacio, desatar nudos fuertemente sujetos del pasado y reparar los abruptos caminos del futuro. Tras dejarme completamente anonadado por tu certidumbre y la exactitud de la narrativa, y sabiendo que contabas ahora si con mi completa atención, esgrimiste tus demás dotes, desperdigaste frente a mi sobre la mesa un conjunto de objetos y piezas de extraño aspecto y me dijiste “que quieres saber”, “pregunta lo que quieras y la respuesta llegara claramente frente a ti y luego podrás comprobar si me equivoco”, viéndome tentado ante tu propuesta decidí probar, y te dije voy a preguntarte sobre cosas que ya han sucedido y sobre otras que probablemente puedan ocurrir en el transcurso de las próximas horas y así podre saber que tan acertadas son tus respuestas. Allí me dijiste, las respuestas están en ti, solo tú tienes el poder de proyectar sobre tu camino una enorme sombra que opaque tu visión y traiga la obscuridad a tu destino,  o una reconfortante lluvia que aliviane el calor sobre los agrietados suelos donde has sembrado las semillas que forjaran los frutos que te depararán en el futuro, solo tú puedes hacerlos agrios, dulces, amargos o ácidos, tu eres quien cosecha y quien recoge los frutos, así que pregunta.


Y así fue, al momento de preguntar sobre lo pasado en cada caso fue correcta la respuesta, y sobre las venideras recibí cada una de las aseveraciones, ya fueran positivas o negativas y las deje colgadas en mi mente, expectantes al momento en que pudieran develarse.
Luego de transcurrir horas en ésta actividad profana, pasamos a los tragos, coloque una botella de el más fino escocés que tenía guardada celosamente sobre la mesa, acompañada de dos vasos los cuales llenamos hasta la mitad y bebimos a fondo en un primer sorbo que consolidaría nuestra delicada amistad. Fueron pasando los minutos  y las horas, al igual que los tragos absorbidos por nuestras gargantas. Haciéndose ya tarde la noche,  me invitaste a visitarte en tu morada, pues ya había la suficiente confianza como para atreverte a decirlo, a lo cual yo asentí convencido de que proseguirían las enseñanzas sobre éstos novedosos secretos y las artes obscuras que yo no conocía hasta ese momento.


Te pusiste de pié, singular criatura malévola y sedienta de mi bondad y mi alma, cubierta de piel de cordero, aferraste tus puños sobre la mesa y me inquiriste “¿te espero?, tu amigo sabrá conducirte hasta tu destino, yo contemple fijamente aquella figura frente a mí, de cabello negro corto, barba y bigote, de tez obscura, robusto y de una mediana edad, quizá podría decir que sobre medio siglo, y le respondí, seguro allí estaré. Tú te alejaste tras aferrar mi mano con un fuerte apretón y dejarme uno de esos objetos extraños que traías contigo.
Culminé las actividades rutinarias y contestando a la invitación, cumplí a mi palabra y tras buscar a aquella persona de mi confianza que me había presentado con él, llegue a aquella madriguera escondida, rodeada de peligros inminentes, asesinos despiadados consumidos por las substancias más destructivas que una cuerpo pueda recibir custodiaban la zona, pero nada ni nadie me impidió hacer el recorrido, llegué hasta tu puerta, me recibieron una multitud de miradas de extrañeza y discordia pero no repare en seguir hacia mi destino, toqué fuerte a la puerta y allí saliste tú a recibirme, con un abrazo y doblegando a tus criaturas me invitaste a pasar. Ya al verme acompañado de tu presencia se apartaron un poco pero seguían fijamente mi recorrido.
Sobre unos antiguos sillones me invitaste a sentarme, lo cual acompañaste de un trago y un habano en señal de agradecimiento por mis atenciones previas. Tras unas palabras efímeras se consumieron las primeras horas, hasta pasar de nuevo al punto álgido de mi visita.


Me invitaste a seguirte por unas escaleras empinadas, dejé mi trago vacio sobre la mesa y avance, llegamos tras subir esos interminables y obscuros escalones a una especie de terraza, en cuyo fondo se disponían dos puertas. Abriste la de la derecha, entramos y pude observar atónito aquel arsenal de figuras, obras, objetos,  e indescriptibles artilugios dispersos por todo el ambiente. Unos cojines en el suelo, sobre una alfombra negra y muchas velas encendidas daban algo de luminosidad a dicha estancia.
Nos sentamos en el suelo, sobre los cojines y comenzaste a explicarme pausadamente en qué consistían todos estos objetos, y tras un cumulo de polvo tomaste una pila de manuscritos y libros antiguos y empezaste a leérmelos, los minutos se hicieron eternos, y nos sumergimos en aquella pila de conocimientos extraños al ser común que me entregaste si recelo.
Despuntando el alba sus primeros rayos llegaron hasta la puerta, el cansancio de la noche en vela se hizo presente, pero mi cerebro seguía absorto ante aquel despliegue de información.
Ya era inevitable que me viese involucrado hasta la última célula en seguir aprendiendo y en poner en práctica lo recientemente digerido.


Transcurrieron los meses, con encuentros constantes, pláticas prolongadas, cenas con manjares y abundante vino, rituales de carne y voracidad,  y nuestra amistad me sustrajo de la realidad, de mi mundo servil y constante y me convirtió en un amante del conocimiento perdido para los hombres de mi redor.
Ahora con tal poder podía dominar sobre mi semejantes, doblegar voluntades y servirme a mis placeres, pero todo tiene su costo nada se nos da por entero gratuitamente, llegó el momento en que me hiciste una propuesta tentadora que me hizo titubear sobre mis creencias encarnadas, sobre la moral aprendida y sobre los criterios de maldad aplicada en cada acto realizado.
En ese momento en que ya me sabías profeso y creyente, me pediste que entregara mi alma a cambio de recibir los dotes de lo incondicional, ser tu heredero al momento de tu retorno al submundo de donde cada cierto tiempo emergías buscando tu sucesor entre los hombres y mujeres pobladores de este universo quienes aun se pasean incrédulos de tu presencia y de tu poder de dominación.
Jugó mi mente la última carta, tragué fuerte y dije que sí, arriesgándome a perderlo todo para ganar algo que quizá podía destruirme en vez de hacerme poderoso e imperecedero.
Y así recibí las dotes que ungiste sobre mí, llevaba tu estandarte y defendía el clan obscuro rodeado de aquellas criaturas que una vez me asustaban, y que ahora eran mis guardianes.


Pero sucedió lo incalculable, me consumió mi propio fuego, destruyó mis tierras y mis pastizales, mi viñedo se agrió, los animales murieron y toda compañía se alejó de mí, salvo tu obscura presencia y tu corte que ahora eran dueños de todo mí ser. Apagado, cansado y luchando por mantener un cuerpo cada vez más desecho, caí en un profundo sueño, que me mostro tus dominios fuera de lo terrenal, te vi desde tu trono dominando aquel mar de almas perdidas, te vi sin tu traje de piel y huesos y la visión me despegó de aquel obscuro rincón el que me había recluido a vivir bajo tus designios.
Abrí los ojos, desperté sudando profusamente y agitado como tras una prolongada carrera, mire a mi redor y contemple lo que había dejado, el cumulo de momentos perdidos, de cuerpos desperdigados abatidos por mis ansias de dominio, todo lo que alguna vez tuvo valor ahora lo había arrojado al abismo y estaba perdido, pálido y solitario.
Pero desperté a la luz y a la verdad, me volví contra ti, deseche todo los aparejos que tuvieran algo de tu esencia o fuesen otorgados por ti, te desterré de mi presencia, clamé a los cuatro vientos mi renuncia irrevocable a todo lo que proviniera de ti, arroje los libros y manuscritos antiguos al fuego que permanecía siempre encendido frente a mi estancia y los vi ahogarse en un grito de dolor, milenios en tinta ahora derramados cual cenizas sobre las olas en llamas. No te atreviste a presentarte ante mi nuevamente, se que desde la lejanía habrás quizá dispuesto algún maleficio que se desatara en mi camino, pero la luz de mi rejuvenecido ser y el goce presente de la senda del bien harían fenecer cualquiera de tus blasfemias.
Volví a ser un hombre, un mortal, un humano intrascendente en el mundo poblado por millones de cuerpos semejantes en apariencia pero muy distintos en su proceder, pero libre de nuevo y no llevo ninguna caja obscura oculta en mi equipaje que tenga que guardar secretamente por ser imperdonable su contenido, el brillo en mis ojos es el reflejo del alma que ha vuelto liberada de aquel yugo decadente. Sé que seguirás en tu búsqueda, y que quizá desde la otra acera me veas pasar, pero ya no podrás doblegar mi espíritu renovado y mi fuerte convicción en la luz.


Ahora soy yo quien te contempla detenidamente y quien descubre tu presencia que se arrastra entre las sombras de la noche poseyendo a los desvalidos y proclives al fracaso con tu perturbada conciencia, haciéndoles cometer abominables actos y luego alejándote cual animal en caza con su presa dominada y  sangrante,  aun tibia entre las fauces. Sé que me respetas y sabes que puedo doblegarte, pues te conozco enteramente y sé por dónde te bifurcas en los caminos.


Ya nada puede alejarme de la inmensurable luz divina de Dios en mi corazón, y ahora es con él con quien comparto mis tardes intrascendentes para algunos pero regocijantes para mí. Es ahora mi compañero de viaje y el amigo con quien comparto mi mesa. Sé que observas desde la ventana callado y rabioso y aun piensas en cómo me tientas, pero ya ves que no lo has logrado pues te veo aun antes de que aparezcas, date por vencido con mi persona y apártate definitivamente tú diablo de mi camino.

(...continuara en Conversaciones con el Regente de los Cielos)

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