L’ AMouR…! By Jorge Sors. 13.02.11
El más complejo de todos los estados que puede experimentar el ser humano es sentir AMOR, puede venir súbito e imprevisto o puede ser provocado y desarrollado con sublime excentricidad y dedicación. Cuando se pliega la niñez y comienzan a aflorar los deseos y los estados de existencia complejos que buscan ubicarnos dentro de una identidad posiblemente definida generalmente se involucra el factor de atracción hacia otros semejantes y es allí donde comienza el laberíntico mundo del amor, esa primera mirada y ese encuentro primario casi siempre se fija en la memoria como un sedimento que se asienta y no se diluye con el tiempo sino que poco a poco se van depositando nuevos y renovados componentes que lo van engrosando y comienza a moldearse a voluntad como una figura disfuncional y sin forma definida que se contorsiona y cobra vida propia si así lo permitimos, ésta formación compuesta puede dominar muchos de nuestros deseos y hasta la forma en la que desarrollamos nuestra vida si dejamos que se apodere de nosotros sin reparo alguno.
Locura, fanatismo y hasta la muerte están ligados a éste indefinido elemento que se esconde dentro de nosotros y que es tan complicado que en ocasiones revuelve nuestras existencias básicas y monótonas, se confunden otros elementos como el deseo y la simple atracción de formas y resulta en un desastre total. Aunque no voy a tildarlo simplemente como maligno para no dejar ver que estoy en contraposición directa a ésta propuesta elegante y elaborada que envuelve al laberinto infinito que integra las diversas manifestaciones del amor.
Pero cuando se sabe dominar a dicho ente y ser racional al sentirlo latir desde el interior de nuestro ser, lo cual se consigue reconociendo sus retorcidos movimientos y los golpes que da abrigándose y buscando un contorno, es allí donde la masa impulsiva y poco inteligente indica que está tratando de surgir, los años ayudan a controlar las emociones que éste desata y sabemos escáner sus impulsos y discernir si debemos bloquearlo o dejarlo actuar calculando un riesgo razonable.
Por eso sólo digo en ésta ocasión donde se hace la semblanza de una fiesta dedicada a dicho estado del humano que seamos precavidos y astutos ante su llegada y que al alojarse dentro de nosotros sepamos controlar sus impulsos y llevarlo con sosegada paciencia y delicados toques para no romper el encanto que puede generar el mantenerlo en éxtasis y relajado.
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