Apoyado en la serenidad que da la oscuridad se ha tratado de mantener ahogado el grito, inmerso en un sueño de recuerdos prohibidos, se desgarran las murallas de la fortaleza donde guardo oculto el monstruo que se revela al olvido.
Retumban en las paredes del castillo los llantos y sollozos de aquella historia que murió, del deseo que enmudeció, el ardiente fuego se apago aun cuando sus cenizas siguen disipándose en aquel enrarecido ambiente repleto de pesadas partículas que se escapan de una memoria latente, de un recuerdo recurrente y de las pupilas que un día llenaban tus estancias.
Una lagrima se aferra firmemente para evitar la caída, se resiste al suicidio y aunque sabe su destino prefiere mantenerse esperanzada a un destino mejor.
Te llaman los duendes de la lujuria, te ansían las garras de la pasión pero se sabe su dueño traidor, no puede ser tomada la estampa cuando se a quemado su esplendor, el santo murió martirizado para darnos una bendición pero tus manos purulentas han destruido su acción.
Dejé mi carne sobre tejidos antiguos donde también tu aroma quedo reducido al añil, es la esencia del alma la que se ha esfumado, solo cenizas se adhieren a la esperanza que alguna vez se aferro a mis manos, el adiós de hiel es lo que debo asumir pues tu presencia se ha negado.
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