lunes, 7 de marzo de 2011

Rastros...! Parte 1.

Rastros...! Parte 1.
de Jorge Sors, el El Viernes, 23 de julio de 2010 a las 17:13



Una mañana al fin llegue al lugar de mis deseos embarcado desde la noche anterior en el tren de la esperanza, me pareció tan duro y agotador el viaje como si hubiera durado más de treinta años, poco a poco descendí por la férrea y robusta escalerilla de aquel viejo tranvía sin barandas ni defensas, eso me pareció extraño pero luego me di cuenta de que era muy antiguo este transporte, no llevé casi nada conmigo que me fuera a dificultar el viaje ya fuese por lo pesado o por lo dificultoso de transportar.
Antes de emprender el viaje decidí vender la mayor cantidad de cosas, eso en los días previos a lo que ya he relatado, pero si llevaba a reventar mis bolsillos con gran cantidad de billetes y monedas que obtuve con los remates de aquella gran cantidad de cosas que acaparé durante quien sabe cuánto tiempo, y así pues me dispuse a recorrer mi destino. Anduve por aquella estación un poco gris y desvencijada, pero con toques de modernismo y opulencia a veces rayando excesivamente en arte mundano y obscuro. Subí las escaleras hacia la calle, y allí estaba en un lugar al cual reconocía, rodeado de gente que parecía estar allí, pero era como si fuesen restos de épocas pasadas, dejavu tras dejavu, pasaron por mi mente, pero seguí adelante y me dispuse a gastar y a disfrutar sin medir y sin limitaciones, decidí que como ya lo había hecho en otras ocasiones iba a gastar sin miramientos, y me dirigí hacia lo que me pareció recordar como un antiguo centro comercial o tienda por departamento.
 Aun confuso, por instantes llegaban directo a mis pupilas la penetrante luz del sol que se opacaba transitoriamente por espasmos de nubes y me dejaban continuar mi andar, estuve pues ubicado frente a aquel viejo edificio, entre bodegas, depósitos, vitrinas y anaqueles, eché nuevamente una ojeada a mis bolsillos y dispuse continuar. Recorrí con abrumadora calma todas las rutas que se disponían frente a mí, observe con delicada arrogancia a quienes en mi paso encontraba, tratando de ubicarme en el entorno común a mí pero vacío en el fondo. Tome algunas prendas, como siempre he apreciado esos tonos obscuros que enmarcan cierto recato y poca luminiscencia, repelen las miradas y absorben  poca pestilencia, esa que generalmente rodea y circunda los días cotidianos. Deje parte de mis pertrechos en las registradoras haciendo el canje por estas robustas prendas, por supuesto acompañadas de accesorios que resaltaban por encima de estos lúgubres atavíos. Relojes y anillos brillantes que tanto lucen y deslumbran a otros y atraen la atención de indeseados seres. Comprobando que aun quedaba una buena cantidad de dinero culmine mi recorrido por aquel lugar, busque una salida que me ubicara cerca de una transitada avenida, pues ya había despuntado la luna y  habían muerto las ultimas luces del arcángel solar…, era hora de buscar un aposento decente donde pasar unas horas de sueño y revisar mi botín del día.  Al levantar la mirada me vi importunado por un vehículo frente a mi cuyo conductor se me hizo familiar, el cual hizo apunte de mi memoria y logro ubicarme en el contexto que conectaba nuestras historias, transcurrido este proceso me subí al vehículo y proyectamos rumbo desconocido. En la ruta no pautada, fuimos desbaratando los recuerdos, añoranzas y momentos lejanos, estancados en vividos recuerdos de borrasca y libertad. Así fue como invitaba la memoria a compartir unas copas de vino y a dispersar notas agrias y estridentes desde un reproductor de música que éste tenía en su automóvil, mientras fluían las palabras que recorrían pasajes fuera de lo cotidiano.  Llegamos así a una calle sin salida, y el coche se detuvo frente a un edificio de mediana edad, el cual al verlo me recordó de golpe crudas vivencias, noches intensas, amaneceres reivindicadores y acérrimas peleas, pero era parte de mi historia yo lo sabía muy en mi interior aunque todo esto era solo barro seco.
El conductor me inquirió, que sucede no es este tu destino, yo estoy seguro de que lo es, no porque lo mencionaras sino porque sé que es aquí a donde quieres llegar, busca en tus bolsillos y encontraras un uso para esas llaves que trajiste en tu viaje y que hasta ahora no has debido utilizar. Entonces me dijo hasta aquí te acompaño, nuestras historias son de asfalto y lejanías, de lluvia y de caminos, de noches borrosas y pesares de trayectos recorridos, no me subo al tren del tiempo en tu recuerdo, sigo mi camino en éste mi automóvil que aunque no lo recuerdes, en tu vida pasada me diste. Un abrazo consagro la despedida y quede apenas nadando entre todas estas ideas que surcaban mi cabeza.  Ya viéndome solo y frente a aquella residencia cuyos colores y formas no encajaban pero si expelía un aroma a confianza y melancolía que casi podría decir formaban parte de mí. Tome las llaves que estaban en mi bolsillo, aunque no recordaba haberlas puesto ahí al partir, y así fui avanzando a las barreras impuestas por el hombre que hacían improcedente mi andar hacia lo profundo de este esqueleto de concreto. Sin pensar llegue a ubicarme frente a unas rejas blancas y una enorme y pesada puerta de madera, algo dentro de mi me decía que era allí donde debía entrar, podía verse que alguna vez un cartel grabado con las inscripción que lo identificaba colgaba de la puerta, pero fue arrancado por los signos que se aprecian con tal fuerza y brutalidad como si hubiesen querido borrar todo vestigio de este. Introduje las llaves en la cerradura y esta crujió entre pestillos y engranajes, se habría ante mí el acceso a una parte de mí que creía olvidada,  pero había vuelto a mi quizá solo para saborearla por unas horas.  
Apenas unos pasos dentro me vi enceguecido por la fuerte luz que emanaba desde las grandes ventanas, cuya luz se hacía aun más implacable al reflejarse en enormes espejos que cubrían las paredes enfrentadas a esta, fue notorio que mis ojos ya no soportaban ese candil quemando mis pupilas. Aunque en el exterior era de noche no lograba explicarme este fenómeno pero de igual manera me apresure a cerrar las viejas cortinas cuyo color deslucía abrumado por una inmensa capa de polvo y hollín. Luego se activo violentamente mi olfato, penetraba fuerte el olor a quemado y a basura acumulada, parecía que era lo único que quedaba allí para recibir a sus visitantes, que seguramente no eran frecuentes. Recorrí el lugar y mis zapatos se ennegrecieron pues era claro tanto que el fuego que había consumido toda la estancia había sido provocado como que su intención era destruirlo todo hasta los recuerdos. Llegue así a ubicarme frente a la entrada de una recamara, me adentré en ella y descubrí que era la única que no había sido consumida del todo por la voracidad de aquellas lenguas ardientes. Del suelo recogí un papel que parecía un parte policial, que indicaba algunas facetas del levantamiento del  lugar al momento de presentarse la catástrofe, y aunque parcialmente destruido podía leerse, “años de intolerancia, incomunicación, desinterés e ironía crearon un coctel perfecto altamente volátil que impregnaba todo el lugar, el cual tuvo ignición por una chispa producida probablemente durante una discusión, no hubo víctimas aparentes, es como si tras iniciarse el fuego sus propietarios se hubieran marchado cerrando la puerta tras de sí y dejando consumir por las llamas todo en su interior”. Deje caer el trozo de papel y seguí observando el entorno. Parecía como si solo en esta habitación algo la hubiera protegido de ser destruida por completo, quizá pienso fuertes recuerdos mezclado entre infancia y madurez, entre añoranzas y sueños, pero fuese lo que fuese todavía estaba casi intacta. Me senté al borde de la cama que dentro de esta se hallaba, saque de entre mis nuevas pertenencias el dispositivo de audio portátil que había comprado, la computadora portable también, sacudí y un poco el polvo y las dispuse sobre la cama. Estuve horas allí concentrado buscando melodías que me indicaran cual era mi cercanía a este lugar, cuando supe que estaban allí ya dispuestas, me coloque los audífonos, saque lo que quedaba de la botella de vino que fui ingiriendo sorbo a sorbo compartiendo con aquel conductor, y cerré los ojos para conectarme con mi entorno.
 Debí haberme dormido pues al abrir los ojos lo primero que me tropezó fueron los rayos del sol escurriéndose por la ventana como queriendo atraparme. Desbaraté aquel aparataje de la noche anterior, me cambié de ropas, deje todo ordenado sobre la cama y empecé a registrar cuidadosamente el cuarto en el que estaba. Me topé con unas viejas fotografías de personajes difusos, incongruentes y vagos mensajes llegaron a mí, fecundos recuerdos de una infancia comprometida entre letargos y soberbias, y al fondo del recipiente que en ese momento escrutaba encontré una tarjeta, de obscuros trazos con un nombre grabado en medio y una dirección, supe al instante que al dirigirme a ese punto encontraría otras respuestas a mi vacilante memoria.
Abrumado por la experiencia de la noche anterior, y por los vagos destellos que llegaron a mí, al examinar estas imágenes incorpóreas plasmadas en pergaminos que evocan a la memoria de historias contadas y sueños pesados, me puse en pie, deje aquel lugar y no volví a mirar a atrás, sabía que algo propio para lo cual sentía mucha aprensión había quedado prendado en aquel lugar, pero era más el daño que el posible aliento en mi andar que éste lugar podía brindarme.
De nuevo en la calle, me puse mis gafas de sol, evitando reflejos de luces voraces, y repasando el destino dispuse la marcha, me dije, ésta vez voy a hacer el recorrido a pié, disfrutando mis pasos y admirando el entorno con calmo descanso. Ya de tantos avatares que se agolpaban en mi mente calló la tarde pero en sus primeras horas aun copadas de luz y con los rayos del astro incandescente, que esa tarde en particular como pocos quizá hemos vivido se codeaba con la luna brillando en el horizonte aupando la llegada del obscurantismo que corpórea crea el espectro de la amarga noche.  Camine sin detenerme durante horas, apreciando todo el espectro y la gama que me circundaba, al llegar casi al punto de sentirme perdido allí estaba frente a mí la entrada a un camino rocoso y bifurcado, complejo y ensombrecido que según recordaba sin aparente certeza me llevaría a otro destino conocido. Me paré frente al capitel que adornaba aquella recargada entrada, grabe aquella imagen en mi libro de recuerdos y avance. CONTINUARA…! (PARTE 2).

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